Cuenta la historia que un día de primavera todos
los animalitos del bosque se preparaban para una gran fiesta. Todos estaban
invitados y querían ponerse muy lindos; pero Bella la mariposa se creía muy
superior a sus amiguitos. Decía
que no iba a ir al baile porque no tendría alguien
con quien estar y que estuviera a su altura, o que fuera tan hermosa como ella,
y tan inteligente.
Todos los animalitos se prepararon, con adornos de flores, ramitas, sombreritos y muchos colores. Tanta dedicación se debía a que en el baile encontrarían pareja para formar sus hogares y familias.
Todos los animalitos se prepararon, con adornos de flores, ramitas, sombreritos y muchos colores. Tanta dedicación se debía a que en el baile encontrarían pareja para formar sus hogares y familias.
Bella, la mariposa,
decía que no se iba a poner nada porque ya era muy linda.
Cuando llegó el momento todos fueron al baile y Bella para no quedarse sola también se fue.
El gran salón estaba decorado con hermosas luces, guirnaldas y un gran espejo que era el centro de la fiesta. Todos bailaban contentos y se divertían. Bella encontró a un ser precioso pero que no hablaba, no pensaba, solo sonreía si ella lo hacía, y le saludaba cuando ella también lo hacía.
Los animalitos comenzaron a reírse de Bella, pero ella no les hizo caso y siguió encantada con esa persona fascinante.
Fueron pasando las horas y todos encontraron pareja y se iban a sus casas muy contentos. Y cuando ya no había nadie en el salón, Bella desesperada se dio cuenta de que el ser fascinante que había estado con ella toda la noche, era su propio reflejo en el gran espejo del salón.
Bella llorando se dio cuenta que había estado toda la noche con un ser frío y sin vida, que era muy hermoso pero que no le podía brindar nada, y ya se había quedado sola.
¡NO SEAS COMO LA MARIPOSA BELLA, QUE POR TANTO QUERERSE SE QUEDÓ SOLO CON ELLA! MÁS VALE MIRA A TU ALREDEDOR Y DISFRUTA DE TODO CON MUCHA PASIÓN.
FIN
Cuando llegó el momento todos fueron al baile y Bella para no quedarse sola también se fue.
El gran salón estaba decorado con hermosas luces, guirnaldas y un gran espejo que era el centro de la fiesta. Todos bailaban contentos y se divertían. Bella encontró a un ser precioso pero que no hablaba, no pensaba, solo sonreía si ella lo hacía, y le saludaba cuando ella también lo hacía.
Los animalitos comenzaron a reírse de Bella, pero ella no les hizo caso y siguió encantada con esa persona fascinante.
Fueron pasando las horas y todos encontraron pareja y se iban a sus casas muy contentos. Y cuando ya no había nadie en el salón, Bella desesperada se dio cuenta de que el ser fascinante que había estado con ella toda la noche, era su propio reflejo en el gran espejo del salón.
Bella llorando se dio cuenta que había estado toda la noche con un ser frío y sin vida, que era muy hermoso pero que no le podía brindar nada, y ya se había quedado sola.
¡NO SEAS COMO LA MARIPOSA BELLA, QUE POR TANTO QUERERSE SE QUEDÓ SOLO CON ELLA! MÁS VALE MIRA A TU ALREDEDOR Y DISFRUTA DE TODO CON MUCHA PASIÓN.
FIN
LITO, EL SAPO VANIDOSO
En la transparencia
de una profunda y tibia laguna, donde se escuchaba la hermosa melodía del
vaivén de las aguas, el cantar del viento y el ritmo del caminar de los
animales, se encontraba un sapito muy alegre y coquetón, saltando de roca en roca
entonando una canción, era Lito el sapito juguetón.
Cada día al levantarse, se daba un chapuzón y se posaba en una roca cantando una canción. “Soy un sapito tan lindo y juguetón que nadie me iguala cantando una canción ¡Qué hermoso día!, ¿A quien conquistaré hoy? Nadie se resiste a mi belleza, ni a mi inteligencia, soy un sapo tan fino que todo puede, y no necesita a nadie, pero todos necesitan de mi, ¡soy lo máximo!”.
El sapito se colocó el sombrero rojo en la áspera cabeza y un perfumado clavel, y mirándose en la transparente laguna, exclamó: ¡Qué guapo y hermoso soy! ¡Qué aroma exhalo hoy, todos me aclamarán y me aplaudirán, cuando me vean pasar!
Lito inició su caminata por el campo y se encontró con una mariposa de bellos colores, a quien miro con indiferencia. Nina la mariposa lo observaba sonriendo.
-¡Hola Lito! Qué guapo y perfumado vienes.
-Así soy yo, respondió el sapo sin mirarla.
Nina, muy coqueta, preguntó:
-¿Te gusta mi nuevo color y el brillo que tengo en mis alas? Lo adquirí con ayuda de las flores, del viento y del sol.
-Yo soy hermoso sin ayuda de nadie - respondió el sapo.
La mariposa muy triste y enojada se alejo.
Un gusano que lo miraba con temor le gritó:
-¡Lito, qué bien hueles hoy!
-Así soy yo, sin ayuda de nadie -respondió.
El tembloroso gusanito que se escondía entre las hojas, sonrió y se cubrió.
Mientras tanto, el sapo muy altivo de un salto aplastó a una indefensa flor.
-¡Ay! -dijo la rosa-, ten cuidado señor sapo que me has hecho daño al darme un pisotón
Cada día al levantarse, se daba un chapuzón y se posaba en una roca cantando una canción. “Soy un sapito tan lindo y juguetón que nadie me iguala cantando una canción ¡Qué hermoso día!, ¿A quien conquistaré hoy? Nadie se resiste a mi belleza, ni a mi inteligencia, soy un sapo tan fino que todo puede, y no necesita a nadie, pero todos necesitan de mi, ¡soy lo máximo!”.
El sapito se colocó el sombrero rojo en la áspera cabeza y un perfumado clavel, y mirándose en la transparente laguna, exclamó: ¡Qué guapo y hermoso soy! ¡Qué aroma exhalo hoy, todos me aclamarán y me aplaudirán, cuando me vean pasar!
Lito inició su caminata por el campo y se encontró con una mariposa de bellos colores, a quien miro con indiferencia. Nina la mariposa lo observaba sonriendo.
-¡Hola Lito! Qué guapo y perfumado vienes.
-Así soy yo, respondió el sapo sin mirarla.
Nina, muy coqueta, preguntó:
-¿Te gusta mi nuevo color y el brillo que tengo en mis alas? Lo adquirí con ayuda de las flores, del viento y del sol.
-Yo soy hermoso sin ayuda de nadie - respondió el sapo.
La mariposa muy triste y enojada se alejo.
Un gusano que lo miraba con temor le gritó:
-¡Lito, qué bien hueles hoy!
-Así soy yo, sin ayuda de nadie -respondió.
El tembloroso gusanito que se escondía entre las hojas, sonrió y se cubrió.
Mientras tanto, el sapo muy altivo de un salto aplastó a una indefensa flor.
-¡Ay! -dijo la rosa-, ten cuidado señor sapo que me has hecho daño al darme un pisotón
Cómo con tan
grandes ojos eres cegatón.
El sapo enfadado
respondió: Ciego no soy, no me gusta que nadie se cruce en mi camino, favores
no doy, todos necesitan de mí y yo no necesito de nadie.
-Que suerte tienes - dijo la rosa-. Yo para tener mi color necesito de la tierra, el agua, el sol, y el perfume me lo dio Dios.
-Que suerte tienes - dijo la rosa-. Yo para tener mi color necesito de la tierra, el agua, el sol, y el perfume me lo dio Dios.
Y el sapo
indiferente al dolor y lágrimas de la rosa, se fue saltando de flor en flor,
sin darse cuenta que una noria estaba abierta y al fondo cayó.
-¡Auxilio! ¡Socorro! Ayúdenme, un sapo como yo no debe morir.
La mariposa que lo escuchaba, se acercó y preguntó
-¿Quien anda allí?
El sapo, gritando, dijo:
-Soy yo, Lito, sácame de esta profundidad.
-Tú lo puedes todo, salta y salta y a la cima llegarás - le respondió la mariposa en tono burlón.
La rosa que estaba escuchando le dijo.
-Salta Lito, salta, que de salto en salto a la superficie llegarás, tú lo puedes todo y no necesitas de nadie, de lo contrario yo te ayudaría.
El sapo llorando su vanidad y viéndose perdido, gritó con mucho esfuerzo.
-¡Ayúdenme, por favor! El gusano asomó su cabeza y moviendo su flácido y débil cuerpo gritó:
-¡Lito, salta, salta que a la cima llegarás, tú lo puedes todo, no necesitas de nadie, demuéstralo!
Como el sapo, apenado y avergonzado, decía ya en voz baja: -¡Ayúdenme, por favor! Todos al mismo tiempo respondieron.
- Salta, salta que a la cima llegarás, tú no necesitas de nadie, ja, ja, ja -y todos se reían del frustrado Lito.
El sapo hizo nuevamente el intento de saltar, pero todo fue inútil porque el pozo era tan profundo que por más que saltaba no llegaba al borde. Nina la mariposa, el gusanito y la rosa, al escuchar los gemidos del derrotado sapo, se compadecieron y lo ayudaron a salir. ¡Soy un sapito tan lindo y juguetón que aprendió una lección!
FIN
-¡Auxilio! ¡Socorro! Ayúdenme, un sapo como yo no debe morir.
La mariposa que lo escuchaba, se acercó y preguntó
-¿Quien anda allí?
El sapo, gritando, dijo:
-Soy yo, Lito, sácame de esta profundidad.
-Tú lo puedes todo, salta y salta y a la cima llegarás - le respondió la mariposa en tono burlón.
La rosa que estaba escuchando le dijo.
-Salta Lito, salta, que de salto en salto a la superficie llegarás, tú lo puedes todo y no necesitas de nadie, de lo contrario yo te ayudaría.
El sapo llorando su vanidad y viéndose perdido, gritó con mucho esfuerzo.
-¡Ayúdenme, por favor! El gusano asomó su cabeza y moviendo su flácido y débil cuerpo gritó:
-¡Lito, salta, salta que a la cima llegarás, tú lo puedes todo, no necesitas de nadie, demuéstralo!
Como el sapo, apenado y avergonzado, decía ya en voz baja: -¡Ayúdenme, por favor! Todos al mismo tiempo respondieron.
- Salta, salta que a la cima llegarás, tú no necesitas de nadie, ja, ja, ja -y todos se reían del frustrado Lito.
El sapo hizo nuevamente el intento de saltar, pero todo fue inútil porque el pozo era tan profundo que por más que saltaba no llegaba al borde. Nina la mariposa, el gusanito y la rosa, al escuchar los gemidos del derrotado sapo, se compadecieron y lo ayudaron a salir. ¡Soy un sapito tan lindo y juguetón que aprendió una lección!
FIN
EL HUEVO QUE PÍA
La gallina de plumaje dorado se levantó del
escondite donde empollaba sus huevos. Llevaba días debajo de un frondoso helecho del jardín. Mientras escarbaba buscando gusanos en la
tierra, cantaba como si se sintiera feliz.
- Ca-ca-ca-ca-ca, ca-ca-ca-ca-ca…
Adrién aguzó el oído para escuchar el canto monótono de la gallina. Aquello era nuevo para él.
- Abuelita, ¿qué es eso?
- Es la gallina cantando.
- Quiero verla.
- Te la mostraré de lejos, porque te puede picar.
- ¿Por qué?
- Porque está echada.
- ¿Por qué?
Adrién continuó haciendo preguntas. La abuela ya no sabía cómo satisfacer su curiosidad. Lo llevó al patio. Tan pronto vio la gallina, quiso acercarse para cogerla, pero ésta erizó el plumaje y corrió hacia él, amenazante. Adrién se protegió, asustado y lloroso, en los brazos de la abuela.
Fue sólo un susto. Era la primera vez que pasaba unos días en la finca de la abuela. Había vivido sus escasoscuatro años en la ciudad y las visitas al campo habían sido breves. Los días en el campo eran fascinantes para él. Que su abuela hiciera tostones de un plátano verde que cogió de una de sus matas, lo dejó embelesado. Su madre también hacía tostones, pero los sacaba de una bolsa del congelador. Que su abuela abriera una vaina y muchos granos de gandules, cayeran en sus manos, le parecía un cuento. Su madre abría una lata y allí estaban los gandules. En el campo ocurrían muchas cosas nuevas a los ojos de Adrién.
Al día siguiente, la abuela se acercó al helecho donde la gallina se ocultaba y vio gozosa algunos cascarones esparcidos por el nido y unos polluelos aún mojados y cegatos. Le pareció un espectáculo para su nietecito. Subió corriendo hasta la sala donde el niño coloreaba con su abuelo.
- Ven, quiero mostrarte algo.
- ¿Qué?
- Vamos para que veas los pollitos que tuvo la gallina.
- ¿Y si me pica?
- No dejaré que te pique.
Adrién estaba maravillado, ya había tres pollitos con la gallina que los paseaba orgullosa.
- Pío- pío-pío, decían los pollitos, siguiendo a la madre.
De pronto, la abuela escuchó un piar profundo dentro de uno de los huevos que aún quedaban. Lo cogió con extremo cuidado. Mientras el niño miraba embelesado, la abuela iba rompiendo el cascarón. Primero apareció un diminuto pico, después la cabeza y luego el resto del cuerpo pequeño, amarillo y mojado. Minutos después, el pollito corría con la madre y piaba feliz.
- Ese pollito es mío.- Dijo con seguridad.
- Sí, mi amor, ese es tu pollito.
- Quiero cogerlo.
- No puedes cogerlo hasta que esté grande.
- ¿Por qué?
- Porque la gallina no quiere que lo cojan.
- ¿Por qué?
Antes de ella alcanzar a contestar, la gallina se acercó con su hermosa cría. Sus cánticos distrajeron a Adrién, y la abuela creyó que se habían acabado las preguntas.
- Pío-pío-pío.
- Abuela, ¿quién les enseñó a cantar?
- Ca-ca-ca-ca-ca, ca-ca-ca-ca-ca…
Adrién aguzó el oído para escuchar el canto monótono de la gallina. Aquello era nuevo para él.
- Abuelita, ¿qué es eso?
- Es la gallina cantando.
- Quiero verla.
- Te la mostraré de lejos, porque te puede picar.
- ¿Por qué?
- Porque está echada.
- ¿Por qué?
Adrién continuó haciendo preguntas. La abuela ya no sabía cómo satisfacer su curiosidad. Lo llevó al patio. Tan pronto vio la gallina, quiso acercarse para cogerla, pero ésta erizó el plumaje y corrió hacia él, amenazante. Adrién se protegió, asustado y lloroso, en los brazos de la abuela.
Fue sólo un susto. Era la primera vez que pasaba unos días en la finca de la abuela. Había vivido sus escasoscuatro años en la ciudad y las visitas al campo habían sido breves. Los días en el campo eran fascinantes para él. Que su abuela hiciera tostones de un plátano verde que cogió de una de sus matas, lo dejó embelesado. Su madre también hacía tostones, pero los sacaba de una bolsa del congelador. Que su abuela abriera una vaina y muchos granos de gandules, cayeran en sus manos, le parecía un cuento. Su madre abría una lata y allí estaban los gandules. En el campo ocurrían muchas cosas nuevas a los ojos de Adrién.
Al día siguiente, la abuela se acercó al helecho donde la gallina se ocultaba y vio gozosa algunos cascarones esparcidos por el nido y unos polluelos aún mojados y cegatos. Le pareció un espectáculo para su nietecito. Subió corriendo hasta la sala donde el niño coloreaba con su abuelo.
- Ven, quiero mostrarte algo.
- ¿Qué?
- Vamos para que veas los pollitos que tuvo la gallina.
- ¿Y si me pica?
- No dejaré que te pique.
Adrién estaba maravillado, ya había tres pollitos con la gallina que los paseaba orgullosa.
- Pío- pío-pío, decían los pollitos, siguiendo a la madre.
De pronto, la abuela escuchó un piar profundo dentro de uno de los huevos que aún quedaban. Lo cogió con extremo cuidado. Mientras el niño miraba embelesado, la abuela iba rompiendo el cascarón. Primero apareció un diminuto pico, después la cabeza y luego el resto del cuerpo pequeño, amarillo y mojado. Minutos después, el pollito corría con la madre y piaba feliz.
- Ese pollito es mío.- Dijo con seguridad.
- Sí, mi amor, ese es tu pollito.
- Quiero cogerlo.
- No puedes cogerlo hasta que esté grande.
- ¿Por qué?
- Porque la gallina no quiere que lo cojan.
- ¿Por qué?
Antes de ella alcanzar a contestar, la gallina se acercó con su hermosa cría. Sus cánticos distrajeron a Adrién, y la abuela creyó que se habían acabado las preguntas.
- Pío-pío-pío.
- Abuela, ¿quién les enseñó a cantar?
DON ARBOLÓN
Había una vez un colegio que se
llamaba "Los Árboles", ¿Sabéis porqué?, pues porque tenía su patio
lleno de árboles. Los había chiquititos, también medianitos, grandes, y había
uno que era enorme, un viejo árbol que estaba justo en mitad del
patio. Se llamaba Don Arbolón y ocupaba aquel espacio desde
mucho antes de que se construyera el colegio.
Don Arbolón quería mucho a todos los niños que habían pasado por aquel colegio y los niños le querían mucho a él. Bajo su sombra los niños descansaban, merendaban, jugaban a los cromos, se contaban hasta sus secretos más grandes. Y Don Arbolón, impasivo, siempre acariciaba con la sombra de sus ramas a aquellos niños que tanta compañía le hacían y tanto confiaban en él.
Don Arbolón quería mucho a todos los niños que habían pasado por aquel colegio y los niños le querían mucho a él. Bajo su sombra los niños descansaban, merendaban, jugaban a los cromos, se contaban hasta sus secretos más grandes. Y Don Arbolón, impasivo, siempre acariciaba con la sombra de sus ramas a aquellos niños que tanta compañía le hacían y tanto confiaban en él.
Un día
Don Arbolón apareció malito, con ungran agujero en su tronco y
habiendo perdido todas sus hojas. Las señoritas del colegio, preocupadas,
llamaron corriendo a unos señores jardineros, quienes con muy poco amor a la naturaleza y
sólo con ganas de ganar dinero, ni tan siquiera se preocuparon por Don Arbolón,
y al verlo tan viejecito propusieron arrancarlo y plantar en su lugar muchos
árboles jóvenes.
Los niños cuando oyeron aquello, sin premeditarlo, se levantaron de golpe y cogiéndose de sus manitas rodearon a Don Arbolón cantando "Don Arbolón no se va del colegio...Don arbolón se queda aquí...porque todos los niños... queremos mucho a Don Arbolón".
Las señoritas inmediatamente echaron a aquellos señores y llamaron a un viejo jardinero que vino muy deprisa con una gran maleta. Cuando vio a Don Arbolón, le tomó la temperatura, la presión, le miró la garganta.... y al ratito dijo, "necesito tierra para prepararle su medicación". Los niños corriendo fueron a por tierra y en un gran cubo se la trajeron. El viejo jardinero mezcló con la tierra jarabe, gotitas, unos polvos y lo extendió todo en el suelo rodeando a Don Arbolón, dándole unas cariñosas palmaditas en su tronco al marchar.
Todos se fueron a casa preocupados por Don Arbolón y cuando llegaron al día siguiente ¡sorpresa!, Don Arbolón ya no tenía aquel enorme agujero en su tronco y todas las hojitas habían vuelto a brotar en sus ramas. Los niños, muy contentos, rodearon nuevamente con sus manos a Don Arbolón y con mucha alegría cantaron: "Don Arbolón ya no está malito, Don Arbolón se ha curado ya, todos los niños, queremos mucho a Don Arbolón".
Don Arbolón sonrió a su manera, haciendo un simpático movimiento de todas sus ramas y el sol que iluminaba el patio del colegio brilló con mucha más intensidad, participando de aquella alegría que inundó aquella mañana el colegio "Los Árboles".
Los niños cuando oyeron aquello, sin premeditarlo, se levantaron de golpe y cogiéndose de sus manitas rodearon a Don Arbolón cantando "Don Arbolón no se va del colegio...Don arbolón se queda aquí...porque todos los niños... queremos mucho a Don Arbolón".
Las señoritas inmediatamente echaron a aquellos señores y llamaron a un viejo jardinero que vino muy deprisa con una gran maleta. Cuando vio a Don Arbolón, le tomó la temperatura, la presión, le miró la garganta.... y al ratito dijo, "necesito tierra para prepararle su medicación". Los niños corriendo fueron a por tierra y en un gran cubo se la trajeron. El viejo jardinero mezcló con la tierra jarabe, gotitas, unos polvos y lo extendió todo en el suelo rodeando a Don Arbolón, dándole unas cariñosas palmaditas en su tronco al marchar.
Todos se fueron a casa preocupados por Don Arbolón y cuando llegaron al día siguiente ¡sorpresa!, Don Arbolón ya no tenía aquel enorme agujero en su tronco y todas las hojitas habían vuelto a brotar en sus ramas. Los niños, muy contentos, rodearon nuevamente con sus manos a Don Arbolón y con mucha alegría cantaron: "Don Arbolón ya no está malito, Don Arbolón se ha curado ya, todos los niños, queremos mucho a Don Arbolón".
Don Arbolón sonrió a su manera, haciendo un simpático movimiento de todas sus ramas y el sol que iluminaba el patio del colegio brilló con mucha más intensidad, participando de aquella alegría que inundó aquella mañana el colegio "Los Árboles".
EL HADA DEL BOSQUE
Érase
una vez una niña llamada Ana, a la que le
gustaba mucho montar en bicicleta. Ana siempre llevaba
sombrero, y vivía en una casa de campo cercana a un bosque muy verde y bonito.Ana solía dar paseos con su bicicleta por las afueras del bosque, ya que su madre le había dicho que nunca se metiera dentro del bosque porque podría ser peligroso.
Pero un día, hacía mucho viento y el sombrero de Ana salió por los aires dirigiéndose hacia el interior del bosque. Ana pensaba que el sombrero volvería de nuevo, pero lo vio desaparecer como si el bosque se lo tragara…
Ana, muy disgustada y haciendo caso omiso de lo que le dijo su madre, se adentró en el bosque para buscar su sombrero.
Cuál fue su sorpresa cuando alguien le tocó la espalda y le dijo: “Ana, soy tu hada madrina, y siempre he vivido aquí para protegerte el día que entraras en el bosque, ya que este bosque está encantado y hay que tener mucho cuidado“.
El hada del bosque siguió hablando y le dijo a Ana: “Ahora quédate aquí, que yo voy a buscar tu sombrero“.
Ana, todavía impresionada por ver a su hada madrina, se quedó inmóvil, esperando a que el hada volviera para sacarla de nuevo del bosque.
Pero de repente, Ana empezó a oír ruidos extraños y vio como un pájaro gigantesco la agarraba por la espalda y se la llevaba. Pero su hada madrina, después de encontrar el sombrero de Ana, oyó los gritos, y salió volando en su caballo mágico en busca de Ana.
El hada del bosque echó unos polvos mágicos al malvado pájaro, y consiguió rescatar a Ana y dejarla de regreso en su casa.
Así Ana comprendió que no debía desobedecer a su madre nunca más, y como era muy inteligente pensó: “los mayores se dan cuenta de peligros que los niños no vemos“.
FIN
EL VERANO PARLANCHIN
Érase una
vez, una estación del año,
llamada verano, a la que le
gustaba mucho el sol. Le gustaba tanto el sol, que se pasaba hablando con él todo el día.
El sol era su mejor amigo, y para el sol, el verano también era el compañero
más agradable.
El sol
estaba todo el día aburrido, sacando sus rayos hacia la superficie de la
Tierra, sin hacer nada más, por eso, cuando el verano hablaba con él, se
distraía y pasaba un buen rato.
Un día de
verano, en la playa, con todos los
bañistas disfrutando de un día soleado y sin nubes, cuando el
sol estaba sacando sus rayos hacia
la arena,el verano empezó a hablar sin parar
con el sol, como era habitual.
Pero ese
día, una nube, aprovechando que el sol estaba distraído hablando con el verano, se coló por delante
del sol, y el cielo empezó a nublarse.
La gente de
la playa miró hacia arriba y empezó a marcharse, recogiendo sus sombrillas y
toallas. No había sol, y, por tanto, la gente se iba a sus casas.
Para cuando
el sol se había dado cuenta, todo el mundo se había ido de la playa.
El sol se puso muy triste, y pensó que
él no era bueno haciendo su trabajo.
El verano
también se dio cuenta y le pidió perdón al sol, y le dijo: “querido
sol, nunca más volveré a distraerte tanto mientras estás trabajando. Sé que
hablar mucho no es bueno, y a partir de ahora no seré tan parlanchín. Tu
trabajo es muy importante y tú lo haces muy bien, ha sido culpa mía, porque no
te he respetado“.
El sol lo
entendió, y le perdonó, y nunca más el verano volvió a distraer al sol cuando
estaba trabajando.
FIN
La hormiga viajera.
Cuento sobre el
miedo.
La hormiguita estaba asustada, se había perdido del resto de sus
compañeras y se sentía muy sola.
—¡Qué mala suerte tengo! Me han abandonado —decía llorando, sin dejar de buscar por un lado y por otro.
—¡Qué mala suerte tengo! Me han abandonado —decía llorando, sin dejar de buscar por un lado y por otro.
Pasó por allí una lagartija y le preguntó:
—¿Por qué lloras?
—Estoy perdida, el resto de mi grupo se ha ido y no las encuentro, tengo mucho miedo porque no sé volver a casa yo sola.
—No te preocupes, las encontraremos, ¡ven conmigo!
La hormiguita, como era tan pequeña, se subió encima de la lagartija.
—Vamos a dar una vuelta por el campo a ver si alguien las ha visto pasar.
Llegaron a un arroyo y una rana les preguntó:
—¿Dónde va una hormiga encima de una lagartija?
La lagartija le contó que la hormiguita estaba muy asustada porque no encontraba a sus compañeras y ella quería ayudarla.
—Yo también quiero ayudar, subid las dos encima de mí, vamos a ir por la orilla del río a ver si alguien las ha visto pasar, pero no llores más, ya verás como entre la lagartija y yo las encontramos.
La hormiguita, subida encima de la lagartija, estaba entusiasmada del paisaje que veía, pero ahora que la lagartija se había subido encima de la rana, no os podéis imaginar cómo se sentía.
—¡Qué de cosas veo desde aquí! ¡Qué grande es todo! —decía abriendo los ojos de par en par, asombrada. Ya no lloraba y su miedo estaba desapareciendo al darse cuenta de que los animales con los que se encontraba querían ayudarla. Eso la hacía sentirse mejor.
—¿Adónde va una hormiga subida encima de una lagartija y subidas las dos encima de una rana? —preguntó la tortuga.
Y le contaron la historia.
—Yo también quiero ayudar, subid las tres encima de mi caparazón, que yo sé dónde pueden estar las hormigas.
—Pero tú eres muy lenta —le dijo la lagartija.
—Pero soy muy vieja y por lo tanto muy sabia, yo sé las costumbres de cada uno de los animales que se encuentran por los alrededores, por eso creo que puedo ayudarla a encontrar su hormiguero.
La hormiguita estaba fascinada, no podía ni hablar de la emoción. Nunca había visto tantas cosas como las que veía desde encima de la lagartija, la rana y el caparazón de la tortuga: el río, los campos llenos de flores, las montañas, las casas a lo lejos… No podía imaginar que el mundo fuera tan grande.
—¿Por qué lloras?
—Estoy perdida, el resto de mi grupo se ha ido y no las encuentro, tengo mucho miedo porque no sé volver a casa yo sola.
—No te preocupes, las encontraremos, ¡ven conmigo!
La hormiguita, como era tan pequeña, se subió encima de la lagartija.
—Vamos a dar una vuelta por el campo a ver si alguien las ha visto pasar.
Llegaron a un arroyo y una rana les preguntó:
—¿Dónde va una hormiga encima de una lagartija?
La lagartija le contó que la hormiguita estaba muy asustada porque no encontraba a sus compañeras y ella quería ayudarla.
—Yo también quiero ayudar, subid las dos encima de mí, vamos a ir por la orilla del río a ver si alguien las ha visto pasar, pero no llores más, ya verás como entre la lagartija y yo las encontramos.
La hormiguita, subida encima de la lagartija, estaba entusiasmada del paisaje que veía, pero ahora que la lagartija se había subido encima de la rana, no os podéis imaginar cómo se sentía.
—¡Qué de cosas veo desde aquí! ¡Qué grande es todo! —decía abriendo los ojos de par en par, asombrada. Ya no lloraba y su miedo estaba desapareciendo al darse cuenta de que los animales con los que se encontraba querían ayudarla. Eso la hacía sentirse mejor.
—¿Adónde va una hormiga subida encima de una lagartija y subidas las dos encima de una rana? —preguntó la tortuga.
Y le contaron la historia.
—Yo también quiero ayudar, subid las tres encima de mi caparazón, que yo sé dónde pueden estar las hormigas.
—Pero tú eres muy lenta —le dijo la lagartija.
—Pero soy muy vieja y por lo tanto muy sabia, yo sé las costumbres de cada uno de los animales que se encuentran por los alrededores, por eso creo que puedo ayudarla a encontrar su hormiguero.
La hormiguita estaba fascinada, no podía ni hablar de la emoción. Nunca había visto tantas cosas como las que veía desde encima de la lagartija, la rana y el caparazón de la tortuga: el río, los campos llenos de flores, las montañas, las casas a lo lejos… No podía imaginar que el mundo fuera tan grande.
«Si mis compañeras vieran esto», pensó sintiendo un poco de pena, pero ya nada de miedo porque todos los animales con los que se encontraba querían ayudarla a buscar a sus compañeras. Pensó también en lo divertido que era ir encima de una lagartija que iba encima de una rana que iba encima de una tortuga. «Si me vieran aquí subida…»
Al pasar por el camino encontraron una hilera de hormigas y la tortuga les preguntó:
—¿Acaso estáis buscando a una de vuestras compañeras?
—Sí, sí —contestaron llorosas—, se nos ha perdido hace un rato y no queremos volver a casa sin ella, la pobre estará muy asustada y… ¿Por qué llevas encima de tu caparazón a una rana? ¿Y por qué esta rana lleva encima una lagartija? ¿Y por qué esta lagartija lleva encima a una… ¡compañera!?
No se podían creer lo que estaban viendo.
—¡Compañeras, os encontré! Gracias a estas amigas os he encontrado y además he conocido lo grande que es el mundo. Al principio sentía miedo, estaba muy asustada, creía que estaba sola, pero después la lagartija me ayudó, y la rana y la tortuga, que, como es muy sabia y tiene muy buena memoria, sabía dónde podíais estar.
Primero se bajó de la tortuga la rana, luego la lagartija se bajó de la rana y, por último, la hormiguita se bajó de la lagartija.
Las hormigas le explicaron lo importante que era no separarse del grupo para no perderse y dieron las gracias a los animales que la habían ayudado.
Desde ese día la hormiguita camina cerca de sus compañeras, procura no despistarse para no perderse, pero, de vez en cuando, mira a su alrededor por si ve a alguna de sus amigas y la llevan a dar un paseo.
La princesa y el
frijol
Había una vez...
...Un príncipe que
quería casarse con una princesa, pero pretendía una princesa como la que él
había imaginado en sueños. Por lo que se dedicó a buscarla por el mundo
entero, aunque inútilmente, ya que a todas las que le presentaban les hallaba
algún defecto. Princesas había muchas, pero nunca podía estar seguro de que
lo fuesen de veras: siempre había en ellas alguna cosa que le disgustaba. Así
que regresó a casa lamentando no haber encontrado la princesita que él andaba
buscando, pues ¡deseaba tanto una verdadera princesa!
Llegó una noche en
que se desató una tormenta muy fuerte, en que pululaban los rayos y los truenos
y la lluvia caía a cántaros. En medio de la terrible tempestad, tocaron a la
puerta de la ciudad, y el viejo rey fue a abrir en persona.
En el umbral había
una princesa. Pero, ¡santo cielo, cómo se había puesto con el mal tiempo y la
lluvia! El agua le chorreaba por el pelo y las ropas, se le colaba en los
zapatos y su estado era deplorable. A pesar de esto, ella insistía en que era
una princesa real y verdadera.
"Bueno, eso lo
sabremos muy pronto", pensó la vieja reina.
Y, sin decir una
palabra, se fue a su cuarto, quitó toda la ropa de la cama y puso un frijol
sobre el bastidor; luego colocó veinte colchones sobre el frijol, y encima de
ellos, veinte almohadones hechos con las plumas más suaves que uno pueda
imaginarse. Allí tendría que dormir toda la noche la princesa.
A la mañana
siguiente le preguntaron cómo había dormido.
–¡Oh, terriblemente
mal! –dijo la princesa–. Apenas pude cerrar los ojos en toda la noche. Estaba
muy incómoda ¡Vaya usted a saber lo que había en esa cama! Me acosté sobre
algo tan duro que amanecí llena de cardenales por todas partes. ¡Fue
sencillamente horrible!
Oyendo esto, todos
comprendieron enseguida que se trataba de una verdadera princesa, ya que
había sentido el frijol nada menos que a través de los veinte colchones y los
veinte almohadones. Sólo una princesa podía tener una piel tan delicada.
Y así el príncipe
se casó con ella, seguro de que la suya era toda una princesa verdadera. Y el
frijol fue enviado a un museo, donde está exhibido todavía, salvo que alguien
se lo haya robado.
Y no pueden negar
que este fue un verdadero cuento, ¿Verdad?
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El
cráter de las verduras.
Esta mañana Luna me despertó
para desayunar. Tomamos un tazón de cereales con cuatro estrellas fugaces
jugando a nuestro alrededor. Tranquila, la tortuga, se acerca tarareando una
canción y trae una cesta de verduras sobre su caparazón. Sobre un mantel de cuadros,
coloca: Tres puerros que se perdieron. Cuatro zanahorias que dejó olvidado el
último conejo que pasó corriendo diciendo que ya era muy tarde.
Unas acelgas que crecieron
solas en cualquier esquina de la luna y otras verduras que solo conozco de ellas,
el color. Adivino que hoy toca comer en el cráter de las verduras. Me dice Luna
que me parezco a mi padre porque nunca le gustaron las verduras.
Tan solo digo:
- Sí, ya lo sé -
Nos acercamos al cráter, me
asombro porque es una inmensa cacerola. En vez de dos asas tiene cuatro, de las
cuales suben y bajan unas escaleras adornadas con tomates que se encienden
cuando por ellas desfilan todas las hortalizas para que Tranquila las deposite
en una tartera de cristal.
Entramos al cráter y nos
sentamos sobre unas calabazas gigantes, son cómodas y tienen unos cojines de
color pepino. A las dos en punto está la comida preparada. No sé cuantos
comeremos hoy, aquí en la luna, cada día, se apunta alguien distinto para
comer. Ayer comió con nosotros Mercurio, estiró un poco su órbita y se acercó a
saludarnos, es un planeta un poco más pequeño que la tierra, quizás por eso
todavía come con babero.
El domingo pasado lo hizo
Halley, nuestro amigo el cometa, nos dijo que hasta dentro de 76 años más o
menos no volvería a visitarnos. -¡Haces paseos muy largos!- le dije al oído
cuando se estaba marchando. Hoy estamos los tres solos. El cráter es, como
suponéis, verde, parece un trapo arrugado, lo cierto es que huele un poco raro,
pero Luna dice que es el cráter más sano de todos los que tiene junto con el
cráter de las frutas.
¿Sabéis como hizo Luna para que
me gustaran las verduras? La primera vez que entré en este cráter, Luna apagó
las estrellas y las fugaces se quedaron quietas. Me dijo que cada vez que
comiera una cucharada de verduras trituradas, una estrella nueva se encendería,
que desde el fondo del universo una de las fugaces se pondría en marcha en ese
preciso momento y que se acercaría a mí para festejarlo.
Me di cuenta entonces que
cuantas más cucharadas comía, más estrellas se iban encendiendo hasta que mi
trozo de cielo quedaba, al terminar el plato, totalmente iluminado. Cada vez
que comía verduras, el universo se hacía más y más grande, las estrellas más
luminosas y los planetas aparecían por las mañanas con bocadillos de trigo para
desayunar conmigo.
AURA
NO QUIERE COMER
Aura no quiere comer. Su plato
está lleno de verduras y Aura odia la verdura.
Aura está segura de que ella
tampoco le cae bien a la verdura.
Su madre le dice: ¡Vamos, come!
La niña mueve su tenedor
lentamente rumbo al plato. Y, de pronto, los tres o cuatro brotes de brócoli,
de un salto, se ponen en pie. Parecen un pequeño bosque sonriente. Porque los
brotes de brócoli sonríen y se ríen y luego giran y bailan cogidos de las
manos. Aura intenta pillarlos con el tenedor pero los pequeños árboles de
brócoli se retuercen, se curvan, se encogen, se estiran, se escabullen…
¡Cachis, así no hay manera!
Su madre vuelve a insistir:
¡Vamos, cómete esa verduras.
Aura lo intenta con la
berenjena. Pero… Las dos mitades se levantan, se juntan y se contonean, parece
una bailarina oriental bailando la danza del vientre. Sus pequeños bracitos se
agitan de un lado para otro sin parar, saluda la niña, le hace burlas. Aura
intenta pinchar a la morada berenjena pero la muy escurridiza se retuerce, se
curva, se encoge, se estira, se escabulle… ¡Cachis, así no hay forma!
Su madre le repite: ¡Vamos,
vamos, que es para hoy!
Aura traga saliva y, tenedor en
ristre, la emprende con el calabacín… o lo intenta. Porque, de repente, sin
aviso, las pequeñas rodajas del verde calabacín se ponen a rodar por todo el
plato, rebotando y saltando sobre las otras verduras; girando y girando a toda
velocidad. Aún así, Aura lo intenta pero, nada, es imposible, los pequeños
discos verdes y blancos, se retuercen, se curvan, se encogen, se estiran, se
escabullen… ¡Cachis, así no hay quien pueda!
Su madre le da un nuevo aviso:
¡O las comes ahora o las tendrás de merienda… y de cena… y de desayuno… así
hasta que te las acabes comiendo!
Aura mira enfadada a las
verduras. Coge el tenedor con firmeza y se lanza a por ellas. Pero… ¿Qué pasa
ahora? . Las verduras de su plato están montando un auténtico alboroto, una
fiesta, una gran, gran juerga. Los regordetes tomates y los delgados espárragos
se unen para cantar a coro divertidas canciones. La berenjena sigue con su
baile exótico. Las rodajas de calabacín dan vueltas y vueltas y vueltas por el
plato. El brócoli ríe y gira sobre sí mismo. La zanahoria salta a la comba y la
calabaza juega a palmitas con la coliflor.
Las verduras se burlan de Aura
y ella las mira con la boca abierta.
De repente… ¡Zoom! La mano de
su madre aparece a toda velocidad, toma el tenedor de Aura y… ¡Pum! Berenjena…
¡Pum! Brócoli… ¡Pum! Tomate…. ¡Zas! Directas a la boca de Aura.
-¡Mastica!-, dice su madre.
Aura, poniendo cara de asco,
mastica y traga. Mastica y traga. Mastica y traga.
Las verduras se han vuelto a
quedar quietas. Muy quietas. Como si nunca se hubiesen movido.
Aura no quería comer.
Aura odia la verdura y está
segura de que ella tampoco le cae bien a la verdura.
La próxima vez se van a enterar
esos vegetales impertinentes.
Fin
EL MISTERIO DEL BOSQUE
Había una vez unas niñas que iban al bosque a buscar flores. Caminaban
tranquilamente cuando tropezaron con una bicicleta tirada en medio del camino.
Se dieron cuenta que es una bicicleta de niña porque lleva una cesta de color
rosa.
Las niñas se asustaron porque oyeron un ruido que venía de la cesta,
destaparon la cesta y vieron que un móvil. Cogieron el móvil y contestaron a la
llamada. De golpe escucharon un gemido escalofriante. Corrieron hacia el gemido
y vieron,
a una niña estirada en el suelo llorando desconsoladamente. Se acercaron a ella, y le preguntaron.
a una niña estirada en el suelo llorando desconsoladamente. Se acercaron a ella, y le preguntaron.
-¿Qué te sucede?
- Me he caído porque he visto una gran sombra negra.
- Venga levántate, Dinos por donde se ha ido.
- Ha salido corriendo montaña arriba.
- Me he caído porque he visto una gran sombra negra.
- Venga levántate, Dinos por donde se ha ido.
- Ha salido corriendo montaña arriba.
- ¿que hacéis por aquí? No sabéis que es peligroso.
- No lo sabíamos y ¿usted que hace aquí?
- No lo sabíamos y ¿usted que hace aquí?
La anciana se puso muy seria y dijo:
- Marchaos de aquí antes de que os suceda algo malo.
- ¿Por qué lo dice? Contestaron las niñas.
- ¿Por qué lo dice? Contestaron las niñas.
¡Iros iros! Dijo la anciana.
- ¡Déjanos en paz haremos lo que queremos!
Salieron corriendo hacia al bosque. Dejando atrás a la anciana que
continúa gritando como una loca.
Las niñas siguieron caminando y vieron tres niñas tiradas al suelo. Se
acercaron a ellas, y les preguntaron.
- ¿Qué os sucede?
- Nos hemos caído porque hemos visto una gran sombra negra.
- Venga levantaros.
- Nos hemos caído porque hemos visto una gran sombra negra.
- Venga levantaros.
¿Nos podéis decir por donde se ha ido?
- Ha salido corriendo hacia allá.
Las niñas siguieron caminando hasta que la pequeña dijo:
- ¡mirar una casa que parece una cabaña!
Todas juntas llamaron a la puerta. Estaban muy nerviosas. De golpe se
abrió la puerta y salió un hombre muy alto, parecía un gigante lleva una
barba muy larga y dijo:
barba muy larga y dijo:
- ¿hola niñas que hacéis aquí?
- ¿Qué queréis?
- Perdone que le molestamos.
- ¿es usted el que a asustado a estas niñas?
- ¿Qué queréis?
- Perdone que le molestamos.
- ¿es usted el que a asustado a estas niñas?
Dijo:
- Si he sido yo, por una razón como soy tan grande siempre estoy asustando a la gente por eso me escondo en esta cabaña.
- Si he sido yo, por una razón como soy tan grande siempre estoy asustando a la gente por eso me escondo en esta cabaña.
Las niñas se dieron cuenta tiene cara de buena persona. Le preguntaron
si conocía a la anciana que habían visto. Les dijo que es su madre, que siempre
esta preocupada que no les hicieran daño. Ya tranquilizadas las niñas se fueron
cada una a su casa, para explicar la aventura que tuvieron en el bosque.
MONTAÑA POR DAR A LUZ
Una montaña estuvo enormemente agitada una vez.
Ruidos y gemidos fuertes fueron oídos, y muchedumbres de personas
vinieron de todas partes para ver que era lo que ocurría.
Mientras ellos estaban a la expectativa, pensando que habría una calamidad terrible, lo que de pronto salió fue un ratón.
Mientras ellos estaban a la expectativa, pensando que habría una calamidad terrible, lo que de pronto salió fue un ratón.
EL BOSQUE ENCANTADO
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Había
una vez, un bosque bellísimo, con muchos árboles y flores de todos colores
que alegraban la vista a todos los chicos que pasaban por ahí. Todas las
tardes, los animalitos del bosque se reunían para jugar.
Los conejos, hacían una carrera entre ellos para ver quién
llegaba a la meta. Las hormiguitas hacían una enorme fila para ir a su
hormiguero. Los coloridos pájaros y las brillantes mariposas se posaban en
los arbustos. Todo era paz y
tranquilidad. Hasta que... Un día, los animalitos escucharon ruidos, pasos extraños y se asustaron muchísimo, porque la tierra empezaba a temblar. De pronto, en el bosque apareció un brujo muy feo y malo, encorvado y viejo, que vivía en una casa abandonada, era muy solitario, por eso no tenía ni familiares ni amigos, tenía la cara triste y angustiada, no quería que nadie fuera felíz, por eso... Cuando escuchó la risa de los niños y el canto de los pájaros, se enfureció de tal manera que grito muy fuerte y fue corriendo en busca de ellos. Rápidamente, tocó con su varita mágica al árbol, y este, después de varios minutos, empezó a dejar caer sus hojas y luego a perder su color verde pino. Lo mismo hizo con las flores, el césped, los animales y los niños. Después de hacer su gran y terrible maldad, se fue riendo, y mientras lo hacía repetía:
-
¡Nadie tendrá vida mientras yo viva!
Pasaron varios años desde que nadie pisaba ese oscuro y espantoso lugar, hasta que una paloma llegó volando y cantando alegremente, pero se asombró muchísimo al ver ese bosque, que alguna vez había sido hermoso, lleno de niños que iban y venían, convertido en un espeluznante bosque. - ¿Qué pasó aqui?... Todos perdieron su color y movimiento... Está muy tenebroso ¡Cómo si fuera de noche!... Tengo que hacer algo para que éste bosque vuelva a hacer el de antes, con su color, brillo y vida... A ver, ¿Qué puedo hacer? y despues de meditar un rato dijo: ¡Ya sé! La paloma se posó en la rama seca de un árbol, que como por arte de magia, empezó a recobrar su color natural y a moverse muy lentamente. Después se apoyó en el lomo del conejo y empezaron a levantarse sus suaves orejas y, poco a poco, pudo notarse su brillante color gris claro. Y así fue como a todos los habitantes del bosque les fue devolviendo la vida. Los chicos volvieron a jugar y a reir otra vez, ellos junto a los animalitos les dieron las gracias a la paloma, pues, fue por ella que volvieron a la vida. La palomita, estaba muy feliz y se fue cantando. |
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ResponderEliminarQue interesante, para escribir cuentos infantiles sobre las ciencias naturales hay que tener un conocimiento profundo de ella. Excelente propouesta.
ResponderEliminarQue interesante, para escribir cuentos infantiles sobre las ciencias naturales hay que tener un conocimiento profundo de ella. Excelente propouesta.
ResponderEliminarExcelente material para el desarrollo de las clases, todos tienen una interrelaciòn con la naturaleza y esta estrategia hace mas llamativa e interesante la practica pedagogica y metodologica.
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